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Voz para Cachemira – Times diarios del Parlamento

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Shaheer Sajjad Khan
Cachemira a menudo se llama uno de los lugares más bellos de la tierra. Con montañas nevadas, valles serenos y lagos impresionantes, es una tierra que parece pertenecer a poesía en lugar de a mediados de un conflicto de décadas. Sin embargo, detrás de esta belleza natural se encuentra una lucha profunda y dolorosa, una que la mayoría del mundo olvida o elige ignorar. Cachemira se divide entre dos naciones: India y Pakistán, pero la división es más profunda que la geografía. No es solo un problema político; Se ha convertido en una religiosa y humana, dividiendo comunidades entre el hinduismo y el islam, dejando a la gente de Cachemira atrapada en el medio. Si bien vemos a los medios globales que cubren la guerra en Ucrania, o las luchas en Siria y Palestina, Cachemira rara vez recibe la misma atención. Es extraño cómo se discuten constantemente algunos conflictos, mientras que otros quedan en silencio, a pesar de que el dolor y el sufrimiento son igual de reales. La gente de Cachemira, especialmente aquellos que viven en áreas administradas por los indios, han enfrentado violencia, restricciones y años de tensión. Después de que India revocó el artículo 370 en 2019, que le había otorgado a la región un estatus especial, la vida en Cachemira cambió drásticamente. Se cortó la comunicación, se hicieron cumplir los toques de queda y se detuvieron miles. Lo que siguió fue uno de los bloqueos más largos en un país democrático, donde las personas estaban cerradas en sus hogares no por un virus sino por la política. He visto videos que me molestaron profundamente: calle llenas de soldados, familias que lloran por justicia y voces de cachemiris que nunca parecen llegar al resto del mundo. Parece que su sufrimiento ha sido borrado de los titulares. Y lo que es peor es que los medios indios a menudo presentan esta situación como normal, como si nada estuviera mal, mientras que en el suelo, la gente común está siendo silenciada. Puede que solo tenga 15 años, pero conozco la injusticia cuando la veo. Y sé que si nos quedamos callados, nos convertimos en parte del problema. No se trata de elegir lados entre países. Se trata de reconocer que los seres humanos, a las personas como nosotros, se les niega las libertades básicas. Cachemira merece la paz, y los cachemires merecen vivir sin miedo. Es hora de que dejemos de tratarlo como un tema territorial y lo reconocamos como humano. Levantar nuestras voces puede no cambiar todo de la noche a la mañana, pero el silencio definitivamente no lo hará. Así que estoy hablando, porque incluso una voz, especialmente de alguien joven, puede ser el comienzo de algo más grande.
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